Su poesía se genera con las primeras voces ultraístas que llegan a Perú en los años veinte, pero especialmente se nutre de Breton, Tzara, Eluard y de sus inspiradores Rimbaud, Mallarmé, Valéry y Apollinaire.
La obra poética del peruano Carlos Oquendo de Amat (1905-1936) es muy breve. Sólo publica 300 ejemplares en Lima de su único libro Cinco metros de poemas (1927), por la editorial Minerva. Formado por dieciocho poemas, el resto de su producción —otros seis— se edita en las revistas Amauta y Mercurio peruano, y una pequeña composición llamada Nueva crítica literaria que divulga en Rascacielos en 1926, donde realiza una crítica a los poetas de su tiempo, entre los que jocosamente se incluye: «Carlos Oquendo de Amat es un imbécil. Carlos Oquendo de Amat».
Sus poemas son una mixtura de ismos que conoce gracias a su pasión por la lectura y al bagaje cultural que le proporciona su padre.
Los poemas que Oquendo publica fuera del libro Cinco metros de poemas y que aparecen en revistas entre 1926 y 1928, muestran una ligera adhesión al ultraísmo, pero no desatención a los otros ismos como creacionismo y surrealismo [...] Es evidente que el surrealismo le ha convencido más que en años anteriores, y que su lectura de poetas argentinos, como Girondo y, tal vez Borges en sus últimos momentos ultraístas, le hayan proporcionado algunos acentos. Pero también que se ha reforzado en su actitud surrealista.1
El libro toma el título del último verso del poema Réclam: «compró para la luna cinco metros de poemas». Es por otra parte uno de los textos más innovadores y donde logra con absoluta maestría plasmar los juegos tipográficos prototípicos de los movimientos de vanguardia vigentes en la época. Debemos destacar, dentro de estas combinaciones literarias, la enorme plasticidad que nos proponen sus representaciones visuales, ya sea a través de los reclamos publicitarios, de la doble imagen que los espejos ofrecen o de las secuencias cinematográficas que muestran el asombro y la fascinación del poeta ante la gran metrópolis: la ternura y la anécdota se confunden junto a la excitación que le causan el progreso y los cambios sociales que se están produciendo. Estamos ante un texto audaz con un claro sentido integrador.
Se trata de un libro-acordeón con claros componentes cinematográficos: páginas desplegables horizontalmente, que se extienden como una película. La especial organización del texto nos aclara incluso la palabra intermedio (uno de los componentes poemáticos), a modo de las viejas películas divididas en dos partes. Según Carlos Germán Belli, la concepción de este libro tiene su punto de partida en el pensamiento de Jean Epstein, quien, en un estudio sobre la poesía vanguardista afirma: «Antes de cinco años se escribirán poemas cinematográficos: 150 metros y 100 imágenes en rosario en un hilo que seguirá la inteligencia». Pero si algo le define es la visualización estética que nos propone el autor en un arrebato de originalidad, pero con coherencia interna y como una lógica consecuencia del sentido general de la obra.
Construye un universo poético para el que no necesita más que la libertad creativa que le ofrecen los ismos y es por ello que juega incesantemente, experimenta y vive. Y lo hace con vehemencia y con estrecheces.
Carlos Oquendo de Amat desarrolla su inquietud artística con la influencia presurrealista del dadaísmo y la surrealista de Breton, que lanza a los jóvenes intelectuales peruanos a manifestar sus registros culturales en un intenso número de revistas vanguardistas como Jarana, Celuloide, Rascacielos, Hurra, etc., que con un marcado carácter social y literario, pretenden combinar los últimos acontecimientos históricos europeos y lo autóctono peruano. Es también el caso de Amauta, que dirige el ensayista José Carlos Mariátegui hasta el fin de sus días.
Su poesía se genera con las primeras voces ultraístas que llegan a Perú en los años veinte, pero especialmente se nutre de Breton, Tzara, Eluard y de sus inspiradores Rimbaud, Mallarmé, Valéry y Apollinaire. Por supuesto y como tónica general de los poetas de su generación, tuvo también la influencia siempre presente de José María Eguren y, en menor grado, del Vallejo inicial que rompe con la rémora del modernismo. Sin embargo, encasillar el estilo de Oquendo sería lo mismo que pretender medir sus Cinco metros de poemas y que los midiera (4,16 cm).
Fue discípulo de Mariátegui, del que recibe lecciones de marxismo y por quien ingresa al Partido Comunista peruano en 1930, año en que éste fallece y Oquendo deja de escribir debido a su enfermedad.Oquendo se traslada a España en plena guerra civil y muere en 1936, en un sanatorio para enfermos tuberculosos de Guadarrama donde pasa sus últimos momentos de «asfixia permanente».
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(1) Carlos Meneses, «Carlos Oquendo de Amat y otros vanguardistas peruanos», en Coloquio Internacional. El texto latinoamericano, vol. I, Poitiers: Universidad de Poiters y Editorial Fundamentos, 1994, p. 85. volver