Propongo en este breve ensayo un acercamiento a la relación entre la poesía y el cine experimental en la obra multifacética de Guillén Landrián. Cuando Pasolini escribió sobre el ‘cine de poesía’ en 1965 operaba bajo el privilegio casi absoluto de la ficción fílmica (Pasolini, 1970).

Si bien el poeta pasaba rigurosos hambres que los amigos paliaban de vez en cuando, la abstención cinematográfica era mucho menor. Prefería ver una película de Harold Lloyd o de Mary Pickford a comer un suculento plato de frejoles con arroz.

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